Un evento ocurrió el pasado sábado 04 de diciembre que me hizo entender el arte como no lo había imaginado si quiera, cayeron piezas que hicieron clic en mi cabeza respecto a la autenticidad de las obras de arte, pensar que cualquier cosa es posible de realizar respecto al mismo, sin importar cómo se haga; lo que quiere hacer caradura como colectivo es precisamente crear una sintonía con los espectadores, pensar en la anacronía del arte, en su aparente heterogeneidad, enfrentarlas, mostrar que aún es posible crear desde la precariedad, o desde un afuera.
Llevar las galerías a los espacios comunes, estar en contacto con las obras (hacerlas), los escenarios y el soporte de amigxs, la experiencia de organizar y diseñar una galería, donde sirve valerse de recortar siluetas en cobijas para crear ese inconsciente en los asistentes, discursos que no habían sido detectados en un principio por parte del colectivo y que fueron posibles escuchar esa noche. Ese día confluyó la simpatía por parte de los lugareños, al darnos cuenta que somos parte de una ciudad atemporal, y por demás joven, sin un relato tradicional, y que puede ser precisamente esta una ventaja para la posibilidad.
Saber que cualquiera que esté intetesadx puede hacerlo y mirarnos y ver que somos como ellxs, como todxs, no debería haber obstáculos para imaginar y mucho menos para proponer.
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