27 de abril de 2021

MOSCAS SIBARÍTICAS.

SEMBLANZAS

                                  Cuatro moscas.

        (Mosca 1)  Basilides: Inclinada a la manipulación y al empleo de los poderes de la magia antigua para obtener todos sus objetivos. Sus antepasados datan de alguna región oscura de la antigua ciudad sumeria de Ur. Quienes la conocieron sospechan que algunas de sus características personales provienen de aquellas influencias atávicas. Es una mosca pragmática, y muy pagada de sí misma. Difícilmente dé el brazo a torcer. Confía por sobre todo en el muro mental que es capaz de levantar ante sí, para que nadie intente convencerla de nada. Va por el mundo en busca de trofeos de guerra obtenidos con ingenio. Es la típica mosca aventurera, a menudo contenida por su temor a emplear sus poderes psíquicos para el mal.

    (Mosca 2) Aristofanes: Una comediante nata. Buena conversadora, elocuente, interesante. Muchas veces ocupa su tiempo más de la cuenta en fantasear un futuro más dichoso. Generalmente está de buen humor. Sus orígenes ancestrales se remontan a la Hécate, entre las columnas y frontispicios de los templos donde se originó el clan del que procede. Aquellos eran todos espíritus festivos y burlones, cualidad que heredó a su manera, aunque en el fondo no es más que una artista frustrada que no pierde ocasión para hacer demostraciones de pretendido talento y locuacidad. Suele mofarse de Parménides y de sus otras congéneres moscas, a las que amenaza con escribir la historia oscura de sus vidas. Pero no se pasa de la raya jamás.

    (Mosca 3) Epicteto: Esclava de sus deberes morales, ha desarrollado una mentalidad de consejera y buena observadora de la vida. Nunca consigue quitarse del todo los grilletes que la atan a la adversidad. Es una estoica y amable compañera de aventuras, capaz de quedarse con la peor porción de la comida con tal de complacer a sus camaradas de vuelo. Nadie sabe a ciencia cierta cuáles son sus orígenes filiales. Se habla del norte de África, de algún mercado marroquí, pero no dejan de ser todas especulaciones. En sus tiempo libres suele instruir a las jóvenes moscas sobre la ventaja de no resistirse a la adversidad y las alecciona sobre el modo de emplearla en entero beneficio de la comunidad de moscas que prácticamente centuplican en número a la actual humanidad: desgracia fatal.

    (Mosca 4) Parménides: Oscura pensadora sobre la naturaleza, la mente y la vida. Siempre vuela en los abismos del tiempo, en busca de alimentos más sustanciosos y exóticos. Ahora debe resignarse a una expedición gastronómica común y silvestre, pero en su fuero interno abriga la secreta esperanza de encontrarse algún día con el Jardín de las Hespéridas y libar del néctar de los frutos que produce la eternidad. Tampoco se conoce demasiado sobre sus orígenes. Es una mosca trashumante, un zíngara siempre en movimiento, en espacio y en el tiempo, que habla permanentemente sobre la inmortalidad de las moscas menos complacientes, que abandonan las horas de sueño y no dejan nunca de volar.

 

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        Tormenta inminente. Rayos y truenos. 

M 1: ¡Allí, debajo de ese techo!

M 2: No es un techo, es un paraguas.

M 3: Mejor nos acomodamos en algún rincón de la panza de esa perra.

M 4: ¡Eso es vergonzoso, es más humano el paraguas!

M 1: Los humanos no son exactamente humanos.

M 2: ¿Y qué son?

M 1: Bípedos implumes.

M 2: Eso es irrelevante. Si nos agarra la tormenta, los humanos dejarán de ser un problema y nuestras vidas dejarán de ser un problema para ellos.

M 3: ¡Muramos con honor!

M 4: La guerra contra los humanos no se va a ganar porque muramos tratando de definir qué cosa son nuestros peores enemigos. Allí hay un caño torcido. Es bastante ancho.

M 1: Ideal para las cuatro.

M 2: Un caño puede ser un objeto demasiado frío y húmedo,  de pronto pierde agua y nos vemos en problemas.

M 3: Se ve que es un caño seco y frío. Vamos hacia allí.

        Deja de tronar y centellear.

M 4: La tormenta se aleja. Una de esas vagas amenazas del verano.

M 1: Deberíamos permanecer unidas y atentas, porque las tormentas de verano van y vienen todo el tiempo.

M 4: Como nosotras. ¡Vaya qué cuatro moscas tormentosas!

M 2: Creo que había un tacho con basura cerca de la bicicleta verde.

M 3: ¡A comer se ha dicho!

M 4: ¡Una buena basura para el paladar más selecto! 

M 1: Yo ando con antojos de excremento de perro.

M 2: ¡Ya comimos bastante excremento de perros esta mañana!

M 1: No se olviden que tenemos las horas contadas. Para vivir la vida hay que apurarse a comer los excrementos más deliciosos que proliferan por todas partes.

M 4: Se podría decir que desde la perspectiva de las moscas el mundo es un gran inodoro.

M 2: Entonces ¿qué son los humanos, ya que los humanos son el mundo?

M 3: ¡Vamos a la basura de una buena vez! Basta de filosofía.

M 1: Vamos, pero yo no voy a comer más basura por el resto de mi vida.

M 2: Tenemos las horas contadas, no seas contumaz.

        Las cuatro moscas se lanzan sobre la basura.

M 1: Para mí el excremento, particularmente el humano, tiene algo de inteligencia.

M 4: Sí, es cierto, el excremento humano es inteligente.

M 3: Todo lo que hace el ser humano es como excremento inteligente.

M 1: El mundo es el excremento más inteligente que crearon los seres humanos, nuestra gloria.

 M 4: Deberíamos estarles agradecidas a nuestros mayores enemigos. Los seres humanos nos preparan el banquete todo el tiempo. 

M 2: Según mis cálculos nos quedan tres horas de vida. 

M 3: ¡Una enormidad! 

M 4. La basura está muy buena, especialmente los esparadrapos sanguinolientos.

M 1: Todo lo que tenga sangre humana es el mejor excremento. 

M 1: Yo prefiero el excremento a secas. 

M 3: Tienes un pésimo sentido del sabor, eres una fracasada. Te pasaste la vida comiendo excremento y no fuiste capaz de probar otras exquisiteces, como la sangre o el pus. 

M 1: Estuve a punto de perecer perseguida por una mujer, cuando entré en el baño sucio de una casa. Desde ese momento me dije que debía comer excremento y más excremento, como una forma de desafiar a nuestros mayores enemigos.

        Se oye la sirena de un móvil policial.

M 4: Están persiguiendo a alguna mosca. Estén atentas. 

M 1: Los seres humanos sólo persiguen a quienes amenazan su excremento. Le llaman latrocinio. 

M 2: Cosas de bípedos implumes. 

        Se oye una arcada y un vómito. 

M 3; ¡Un vómito! ¡Un vómito bien caliente!

M 4: ¡Delicioso! 

M 1: Y fresco, recién elaborado. 

M 2: Los seres humanos producen comida de primera calidad, hay que reconocerlo. 

        Se dirigen hacia el vómito. Se lanzan sobre él.

M 1: Tiene un poco de todo, fundamentalmente pimentón. 

M 2: Sí, el color y el sabor lo delatan. Es una combinación explosiva.

M 3: Hasta dulce de arándanos y merluza. 

M 4: ¡Qué atracón! 

M 1: ¿Cuál? ¿El del bípedo implume o el nuestro? 

M 2: Los dos, claro, Todos comimos opíparamente. Se ve que la vida de nuestro mayor enemigo ofrece posibilidades inconmensurables. 

M 3: Ellos comen excrementos de gran calidad.

M 4: Muy bien elaborados, triturados y digeridos.

M 1: Hay que reconocer que saben lo que comen, aunque a veces los vómitos me dan gases.

M 2: Nosotras también sabemos perfectamente lo que comemos, a no desmerecernos. 

M 3: Eso sí, siempre atadas a los excrementos humanos.

M 4: Y de otro tipo de bestias: perros, gatos, caballos, leones, panteras, jirafas…

M 1: No te vayas tan lejos, somos moscas de ciudad y no viajeras en el espacio y el tiempo.

M 4: El excremento, el pus, la basura y la sangre nos hacen viajar imaginariamente por todo el planeta.

M 2: Es cierto, tenemos un menú variado e internacional.

M 3: Si hay algo que abunda es el excremento.

M 1: Y la sangre, y el pus.

M 4: Y los vómitos y la basura, especialmente tratándose de seres humanos.

        Las moscas se ponen a volar por la zona.

        Un niño corre por la vereda y sin querer deja caer su merienda: un trozo de pastel de manzana.

M 1: ¿Lo vieron? Ese pequeño ser humano dejó caer un trozo de pastel de manzana.

M 2: Apurémonos antes de que lo atrapen las hormigas. 

M 3: O los perros.

M 4: O los seres humanos que hurgan las latas de basura. Encima de la cruel persecución que nos imponen, algunos de ellos compiten con nosotras por la basura.

M 2: Es extraño que la basura compita por la basura, en este caso por los restos de la comida, si se tratara de simple excremento una comprendería.

M 1. Después de todo entre la comida y los excrementos media un poco de tiempo.

M 3: A veces la comida no produce sólo excrementos. 

M 2: ¿Cómo es eso? 

M 3: Hace que los seres humanos engorden y eso sí produzcan sudores y con el tiempo un tipo de excremento particularmente sabroso. 

M 2; ¿Cuál es ese excremento?

M 3: El de los obesos. 

M 4. ¡Sin lugar a dudas! El excremento de los obesos es inconfundible. El aroma y la textura casi líquida, la cantidad y la variedad de matices. 

M 2: Jamás probé excremento de obesos. 

M 4: ¡Pues nunca sabrás lo que te perdiste! 

M 2: Estoy condenada a morir sin haber probado los excrementos de mayor calidad. ¡Qué desastre! 

M 1: Sin dudas son los mejores. Una vez los saboreé en un club de obesos que se reunían para darse ánimo en el intento de dejar de comer. 

M 2: ¿Cómo es eso? 

M 1: Locura de los seres humanos: se reunían para dejar de comer, en medio de comilonas interminables. Los baños eran un festival de moscas gourmet. Una maravilla. 

M 4: Dejemos de hablar y ataquemos la tarta de manzana. Ya llegaron algunas hormigas. 

M 3: Son pocas, todavía podemos aprovechar de algunos trozos. 

M 4: Ellas acarrean la mejor parte, se llevan el azúcar, el almíbar  y la manzana. Son unas avaras.

        Las moscas se meten en la tarta de manzana muy discretamente.

        Pronto llega corriendo un perro y muerde el trozo de pastel y se lo devora.

        Como pueden las moscas se reponen del susto. 

M 1: ¡Qué bestia indecente!

M 2: Y sin pedir permiso o hacerse anunciar.

M 3: Están hechos a imagen y semejanza de los seres humanos, sus amos, que los crían y los engordan para nosotras. Porque hay que decir la verdad, el excremento de perros es una muy buena opción.

M 4: Se nos va la vida y ya casi lo hemos probado todo.

M 1: ¡Ojalá el perro defeque cerca de aquí!

M 2. Deja de pensar en el excremento, que todavía hay otras porquerías deliciosas esperando por nosotras.

        Las cuatro moscas se detienen en la rama de un árbol a descansar.

        Un pañuelo cae de la cartera de una anciana.

        Las moscas se arrojan sobre él. El viento lo despliega.

         El pañuelo está lleno de mocos.

M 1: ¿Qué es eso?

M 2: Luce bien.

M 3. Creo que se llaman “mocos”. Me habló de ellos mi prima. Me dijo que son un plato delicado.

M 4: A comer se ha dicho.

        Las moscas se ponen a comer del pañuelo. 

M 1: Me parece un poco insulso. 

M 2: Un moco tenía un poco de sangre, eso lo condimentó de una forma especial. No está mal. 

M 3: Aquí hay sangre también. 

        Todas las moscas se concentran allí. 

M 1: La sangre le proporciona un sabor delicado.

M 2: La sangre hace la diferencia. 

M 3: Los seres humanos conocen de sangre como nadie. 

M 4: Son hijos de la sangre. 

M 1: Los crímenes dejan buena comida desparramada por toda la ciudad. 

M 2: ¿Se imaginan un campo de batalla? ¡Un banquete gigantesco! 

M 4: Todo lo que tocan los seres humanos lo transforman en un banquete para las moscas. 

M 3: Y los babosos gusanos, y las arañas y las pulgas y los mosquitos y un sinnúmero de colegas que son innecesariamente perseguidos por ese monstruo incivilizado. 

M 1: Después de todo son seres humanos, no moscas. 

M 2: Son seres humanos. 

M 3: Seres humanos. 

M 4: Simples y vulgares seres humanos. 

        Las cuatro moscas se alejan.

         No alcanzan a ver que aquel perro defeca en el cantero que circunda el tronco de un árbol del ornato público.

        Un vagabundo recoge el pañuelo sucio y se lo lleva a la nariz.

        Las moscas desaparecen en medio del humo de la ciudad.

             Tormenta. Rayos y truenos.

 

Guion por:  Manuel Arduino Pavón

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